Bienvenidos a este bazar cultural, a esta mezcla desfachatada e irreverente que no vacila a la hora de reunir opiniones, sueños, poemas, ideas y polenta con pajaritos. Entre otras misceláneas, en "La culpa no es del chancho" encontrará usted información básica sobre música, literatura, deportes y artes varios.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los trombones de Efraín

En una edición de su programa de radio de 1998, Tite Curet Alonso afirmaba que “no existe en Puerto Rico un pueblo más plenero que Mayagüez.”. Decía que “cuando allí tocan plena entonces baila todo el mundo: blancos, negros, indios y mulatos; es pasmoso el interés que tienen los mayagüezanos por la preservación de esa música que le da a Puerto Rico estatura y posición internacional en lo que se refiere al aporte de la música caribeña.” Es admirable que esta militancia folklórica por parte de los habitantes de Mayagüez se deba en gran parte al trabajo y al esfuerzo de uno de los mayores embajadores de la música popular afroantillana: Efraín Rivera Castillo, popularmente conocido como Mon Rivera.

En la década del 50 Mon se fue a vivir a Nueva York y se llevó con él toda su esencia boricua. Junto a otros músicos como Moncho Leña, Héctor Pellot y Joe Cotto se desarrolló como cantante e implantó una propuesta musical particular, que incluía secciones de trombones para arreglar las bases rítmicas de su repertorio. Así reinventó muchos de aquellos ritmos caribeños (bomba, plena, son y merengue) y sentó las bases para que el trombón se convierta en una figura imprescindible dentro de la música popular latina. Al Santiago, músico arreglista del sello Alegre, desarrolló luego el concepto de trombanga y produjo simultáneamente para Eddie Palmieri (otro groso) y para Mon Rivera los primeros LPs que incluían secciones de varios trombones. Tiempo después, trombonistas salseros consagrados como Jimmy Bosch o Willie Colón desarrollaron su musicalidad a partir de este criterio. Palmieri, más abocado a la sonoridad urbana de la pachanga, el bogaloo y el jazz latino, contagió para todos lados con este nuevo sonido de bases tromboneras; Mon Rivera en cambio no exploró tan abiertamente el campo infinito de géneros que aglutinan a la salsa y prevalecieron en sus discos el son, la plena, la bomba y el merengue, ritmos que ya venía tocando desde la época de Los Ases del Ritmo, cuando todavía no había emigrado para Nueva York. Quizás hubiera sido otro el cantar para Efraín sin la apuesta de Al Santiago, quien además incluyó a Charlie Palmieri al piano y a los trombonistas de su propia banda para la producción del disco. La idea fue exitosa y Rivera alcanzó mucho más renombre. Después desapareció un tiempo porque le pintó el escabio y la falopa y tuvo que superar algunos problemas de salud. Y cuando parecía que ya no iba a grabar más, en 1975 Willie Colón se dio el gusto de producir y grabar junto a él un nuevo disco (Se chavó el vecindario/ There goes the Neighborhood) que volvió a poner sobre la mesa su talento y su musicalidad singular. En 1978, un paro cardíaco se lo llevó para siempre y desde entonces lo lloran Mayagüez y todo Puerto Rico, a pesar de que su obra está bastante subestimada a nivel latinoamericano.

Vaya entonces mi homenaje, porque creo que el aporte de Mon Rivera para la música latina es de antología, tanto por su forma única e inconfundible para cantar como por su inteligencia para combinar los géneros folklóricos afrocaribeños entre sí. Fue además un talentoso con el güiro y con su concepción sobre la sonoridad de los trombones (en descargas o moñas y en mambos en contrapuntos o a dos melodías) demostró su visión de vanguardia musical. Un verdadero genio.
Comparto a continuación un tema del disco “Que gente averigüa” de 1963, reeditado luego bajo el nombre “Mon y sus Trombones”.


La canción se llama “Cómo está Pita” y la elegí porque tiene que ver con esa otra pasión que podría haberle dado de comer a Efraín si hubiera decidido hacer carrera con ella: el béisbol. Antes de dedicarse de lleno a la música, Mon jugó un par de añitos en la liga profesional de Puerto Rico, primero para “Las Mesas” y tiempo después para “Los Indios”, ambos equipos de la ciudad de Mayagüez. Y según comenta Roberto Mercado en un artículo sobre el béisbol y la música latina, Rivera pintaba para crack (incluso logró establecer un record para la Liga conectando seis dobles en forma consecutiva en los primeros seis turnos). Y Víctor Hugo podría haberlo relatado; barrilete cósmico, de qué planeta viniste, genio del béisbol mundial. Pero no. Finalmente rumbeó para la música y nos alegró el corazón a todos los que de béisbol profesional no entendemos absolutamente nada.

Nota: Les dejo la bibliografía con la cual armé este artículo por si desean saber más de la vida y obra de Efraín Mon Rivera Castillo: