
El golpe fue perfecto: vertiginoso, rápido, eficaz. Muchos de mis compañeros murieron en combate, pero en poco más de 20 minutos la batalla se transformó en inexorable victoria.
Todo iba bien cuando, de repente, te vimos. Radiante, pura y limpia. Hermosa. Entonces, tuvimos miedo y frenamos nuestra arremetida cruel. El miedo, sobre todo a los krakeanos, suele cachetearnos por dentro e inundarnos de prudencia.
Todo iba bien cuando, de repente, te vimos. Radiante, pura y limpia. Hermosa. Entonces, tuvimos miedo y frenamos nuestra arremetida cruel. El miedo, sobre todo a los krakeanos, suele cachetearnos por dentro e inundarnos de prudencia.
Pero a decir verdad, lo que más nos dominó fue la admiración. Al verte, te amamos. Te amamos infinitamente. Hasta el dolor, ese confuso campo espiritual que no todos los humanos llegan a comprender, pero que nosotros los krakeanos solemos recorrer sin tapujos. No pudimos hacer otra cosa que inclinarnos y regalarte nuestra efímera victoria.
Porque así lo merecías.
Para vos, que compartiste tantas horas de aburrimiento y de alegría entre Quito y La Paz.
Para vos, que compartiste tantas horas de aburrimiento y de alegría entre Quito y La Paz.
Sos el Alejandro Apo de la crónica revolucionaria. Grande ramix!
ResponderEliminar