Bienvenidos a este bazar cultural, a esta mezcla desfachatada e irreverente que no vacila a la hora de reunir opiniones, sueños, poemas, ideas y polenta con pajaritos. Entre otras misceláneas, en "La culpa no es del chancho" encontrará usted información básica sobre música, literatura, deportes y artes varios.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Un ángulo entre el sol y la luna

Hay un sitio hermoso en Salvador, más acá de los portones de Carmo, viniendo desde la plaza de Santo Antonio.
Si por la tarde encontrás a un conocido en la puerta del boliche de Josué (y seguramente así será porque esa es la magia mayor que regalan estos barrios) pará un segundo y elegí la excusa que más te guste para convidarlo con una cerveza o dos. En la veredita angosta, entre mesas de plástico y coches estacionados, hay algunos ángulos que te permiten, a través de las ventanas, ver al sol poniéndose en la Bahía. Eso es a la izquierda, como si uno girase sobre su propio hombro y mirase al mostrador. Y al mismo tiempo que el sol está hinchado y naranja, sin moverse de lugar pero mirando en dirección al fuerte de Santo Antonio, vas a poder ver (en lo alto) a la luna. Para ese momento del ocaso, ella le habrá ganado ya a los techos y las torres y se asomará, generosa, para que todos la veamos.
Y qué suerte la tuya si justo visitaste el lugar en un día de luna llena! La rúa Direita do Santo Antonio estará tan iluminada que si el bar apagara sus luces, todas las personas que bajan despacito, conversando, igual se reflejarían.
En la rúa Direita la tarde ya es noche, o está por serlo en momentos nomás. Y desde el vértice de este ángulo la gente que bromea, el sol que se despide, los adoquines deformes de la calle y la luna redondísima forman el paisaje más lindo que este barrio te puede regalar un domingo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cidade Baixa: una de sus mil historias posibles




Los ojos de Mariana eran marrones, hermosos y convicentes. Bastó un pestaneo oportuno para que Edison, recien llegado de São Paulo, se entregue entero a los deseos de la negra, que si no era la figuración en huesos y carne de Nanã Buruku, al menos se le parecía bastante.
Era martes (el día favorito de la amante de Oxalá) y Edison realmente creyó que había sido su encanto metropolitano el que atrajo a la prieta y los condujo por asfaltos y adoquines serpenteantes hasta ese hueco sucio y de luz muerta, esos cuatro metros cuadrados de catre, sabanas, pulgas y paredes sin revocar.
Cogieron. Se mezclaron apasionadamente hasta que sus cuerpos se volvieron una masa única y pegajosa, se penetraron violentamente al principio y con cierta dulzura después, y finalmente limpiaron sus vergüenzas bajo la lluvia discreta de la ducha del hotel.
Qué regalo inolvidable! Cuánta felicidad para Edison! Y qué pronto se esfumó el ensueño cuando, después de saludarla a lo lejos, descansó sus manos en los bolsillos y notó enseguida que brillaban por su ausencia los billetes enrrollados que guardaba para el almurzo.
Nanã Buruku, amante de Oxalá y (ocasinalmente) Mariana, puta de ojos hermosos, desaparecía a medida que se iba inclinando el empedrado. Se llevaba con ella no más dinero del que vale una moqueca. Y se llevaba también la ilusión entera de un aventurero ingenuo recién llegado a la bahía.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El lado oscuro de la Bahía

Sírvase hacer click en el reproductor para amenizar la lectura.
El tema "Canción para un niño en la calle" fue grabado por la cantante argentina Mercedes Sosa junto a la agrupación portoriqueña Calle 13 en marzo del año 2009. Pertence al disco "Cantora Vol. 2".

Salvador de la Bahía de Todos los Santos, como cualquier ciudad grande, tiene serios problemas de exclusión y miseria. Lamentablemente hay mucha violencia en la calle, que se ve diariamente, como sucede en las grandes capitales de los países subdesarrollados. Pero a diferencia de estas grandes metrópolis, donde el pobre, y sobre todo el pobre descerebrado, es invisible para cualquier ciudadano que no padece la marginalidad, en Salvador uno convive las 24 horas con los que tienen poco o no tienen nada. Los meninos da rúa (los pibes de la calle) son muchos. Incontables. Descalzos, sucios, quemados por el sol y por el cracke (la versión bahiana del paco o pasta base de cocaina) pueden ser amables o violentos, pero siempre te piden una moneda. Me hice amigo de uno, Rodrigo, que en general me abraza genuinamente desde el día que le pregunté cómo se llamaba y lo invité a comer un pancho, pero que muchas otras veces pasa al lado mío con los ojos brillosos y desorbitados, con olor a pegamento industrial, y ni me reconoce cuando lo saludo. Triste. 
Es imposible separar la hermosura de la ciudad de su pobreza y de sus carencias; pero si uno no paranoiquea y aprende ciertas cuestiones sobre cómo manejarse, se puede salir tranquilo. El día que llegué me corrieron media cuadra con una faca por meterme donde no debía y otras tres veces me quisieron asaltar, y aunque no me lo crean, hoy saludo con un apretón de manos cada vez que me cruzo a uno de los locos que me quiso chorear. Es raro, pero es así. Pero la batalla no es sólo contra los gringos. El pueblo se pelea también con el que no tiene nada. Desde la ventana de la posada en que trabajo (precisamente en las horas mas peligrosas) he alquilado un palco preferencial para ver los robos y las peleas de pobres contra pobres. Hasta tuve la desgracia de ver a uno que la quedó para siempre en plena Praça da Sé (una de las plazas centrales) después de una discusión por un problema de polleras, según me dijo un heladero que aprovechó la curiosidad morbosa del gentío para vender. 
Es duro, pero no culpe a los meninos da rúa, a los ladrones y a los mendigos de las miserias que las políticas neoliberales latinoamericanas le regalaron a Bahía. Si va a visitar este hermoso y complejo enjambre sociocultural, no salga con demasiado dinero en el bolsillo, no ostente su eventual suerte económica almorzando o cenando en restaurantes caros, no ande sacando fotos por todos lados, en fin, no consuma casi nada de lo que la ciudad le ofrece al gringo promedio. Al contrario, charle con los vendedores ambulantes, con los que levantan quiniela, con los comerciantes, los peluqueros y las putas. Interésese más por el pueblo bahiano que por sus atracciones turísticas. Descubrirá entonces que Bahía le gusta más.  En el centro histórico de Salvador, en sus barrios obreros, en las playas y en los morros todo pasa al mismo tiempo, todo se amontona, todo se mezcla y fabrica minuto a minuto a la vertiginosa ciudad de Salvador de la Bahía de Todos los Santos.