Empecé a vestirme, despacio, con la sensación de haber retrocedido dos casilleros. Si con dificultad había comenzado a vencer ciertos miedos disfrazados de duda, dos horas de fuego cruzado bastaron para borronear todo un poco más, contribuyendo al caos, a la confusión general. Pero que va a ser…. Tenía ganas. ¿Tenía ganas? Conviene pensar que sí, que no fue una jugada desesperada sin fundamento.
Lo difícil es el después. El mañana entre sábanas tibias y un cepillo de dientes rechinando sordo desde un baño cercano. El sonido de una emisora que se pierde, bajito, entre tanto preparativo antes de salir a ganarle al mundo. La perra ladra, en un intento más por demostrarte cuánto te extraña cuando te vas. Cuando por fin calla, vuelve el silencio. Esa pausa sonora tan terrible que me obliga a pensarte.
Figuraciones entre un Stone y la Muerte.
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